domingo, 11 de marzo de 2012

Capítulo Primero: Primera señal.

Solo sabía, que le gustaba pensar. Pero no como cualquier otra persona que instintivamente, dedicaba parte de su tiempo a un tema en particular. A ella le gustaba hacerlo de una forma predeterminada. Le gustaba saber de antemano en qué dedicaría su tiempo.

Las gotas resbalaban por su pálido cuello para más tarde descender por su pecho, despegándose y dar de lleno contra la pila. Sentía la belleza emanar de sus poros. El simple hecho de que los calmantes hubieran surtido efecto, que la aceleración de su corazón disminuyese, era suficiente razón para sentirse llena de vida.

Quizá por contraposición fue que decidió elegir ese tema. Tan solo unas horas atrás empezó a notar que se marchitase. Sus latidos mantenían un ritmo muy por encima del normal. Sus pulmones parecían no querer aceptar ni la décima parte del aire que ingería. Sus huesos y músculos dolían siete infiernos, era imposible mantenerse sentada, tumbada o incluso de pie.

Llevó su dedo índice hacia su labio inferior, pensando fugazmente en el llamativo tono que habría adquirido. Y como si de un anuncio se hubiese tratado, volvió a preguntarse sobre aquel tema: la muerte. Para ser más exactos, en qué hacía que una persona no tuviera miedo a la muerte. ¿Cómo una persona normal y corriente, sin ningún tipo de problemas, podía no tener miedo en ninguna circunstancia?

Habían personas que no temían ya que otras vidas dependían de uno mismo, o aquellas que sentían que ya había llegado su hora. Habían personas que, debido a su situación económica o social, notaban que la desesperación les superaba. No, estos casos no respondían a la pregunta que se había formulado. Claramente, tarde o temprano la mayoría acababa preocupándose por sus vidas, incluso aquellos a los que denominamos “temerarios”.

¿Quién le atraía, a parte de la gravedad, de nuevo hacia la tierra? Claramente, si no se suicidaba, era por su familia. Sus padres, sus hermanos… Pero seguramente todos morirían antes que ella, en ese momento… ¿quién impediría que su ánima saliera volando de su cuerpo? En cualquier caso, preferiría que fuera ella la primera en fallecer. Cuando un ser cercano moría, se establecían unos lazos más fuertes con el resto de los seres. ¿Por qué motivo? ¿Tan idiota era el ser pensante? Si sufres cuando una persona a la que tienes afecto se va, ¿por qué diablos refuerza sus relaciones con los demás? ¿No sería normal tratar de evitar el contacto para volver a sentir ese sufrimiento? Qué masoquistas somos sin si quiera plantearlo.

Definitivamente, solo aquellas personas que no tuvieran ningún tipo de ataduras, que estuvieran completamente vacías por dentro, serían capaces de no temer a la muerte. Simplemente, aceptan que ha de venir, sea cuando sea, y lejos de tratarlo como un tema tabú, lo asumen como algo que podría tratarse mientras se toman un café entre ellos.

Cerró la llave de paso apartando los mechones que le caían por la cara, Se enfundó en la toalla, y marchó tal cual hacia su cuarto, encendió un cigarrillo y frunció sus labios en señal de desagrado. Algo había intervenido en sus pensamientos cuando estaban en el momento culmen. Seguramente sería él. Sus ojos verdes los cuales se veían perfectamente a pesar que su pelo caía por delante de ellos. Aquella noche no dormiría tranquila, lo daba por seguro.

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