jueves, 24 de mayo de 2012

Capítulo sexto: orgasmo.


Solo necesitaba de un par de notas. Una, que le hiciera sentir tan querida y delicada que le indicara que aquel acto estaba bien. La segunda, para sentirse tan sucia, usada, asqueada… que notara que aquello era realmente bueno.
Y su voz volvió a sonar en sus oídos. Aquel gato negro de ojos verdes susurrándole todo tipo de perversiones de manera que consiguiera excitarla sin apenas rozarla.
-          ¿Ves esta colilla? Te haré sentir tan bien como me siento cuando fumo y pienso en ti.
            Pensaba en ella, como algo más que alguien con quien hablar. Cerró los ojos y tan solo se dejó llevar. No le dejó. La mantuvo despierta en todo momento que pudo.
-          Ten. No cierres los ojos. Fuma. Y fíjate en los bailes del humo. Yo seré ese humo que se deslice lentamente por tu pálida piel. Y a la vez seré la nicotina que abrase tus pulmones. ¿Has escuchado alguna vez el rock japonés? – Veronika negó. Él sonrió, esa media sonrisa que tanto le gustaba. – Deberías… te ayudará con esto.
            Se encontraba en el baño de su casa, recordando cada segundo de aquel encuentro. Accedió a la lista de reproducción que creó solo para él. Sacó un cigarrillo de la cajetilla y lo prendió fijándose cómo danzaba el humo ante sus ojos.
            “No llegaré a tocarte, pero sentirás cómo mis uñas se clavan en tu piel”. Se adentró en el agua hirviente con una mueca de dolor pero sin ningún tipo de queja. Sería su dulce mentira. Una vez más. La línea de bajo de la canción que escuchaba se había grabado en su mente como si de fuego se tratase.
            “Besaré todos y cada uno de los lunares que asoman por tu espalda ya que no será bueno lo que ocurra más tarde” rió. La tonalidad anaranjada quemaba lentamente el cigarrillo. “Al dar una calada podrás comprobar cómo se intensifica el color, igual te sentirás cuando, tras los besos, tu espalda se enrojezca al contacto de mis dedos”. Veronika dirigió sus manos a la espalda y clavó de una manera brutal sus uñas en ella.
-          ¿Por qué me dices esto? – Preguntó Veronika.
-          ¿No es obvio? Quiero que te excites pensando en mi al igual que yo hago contigo.
            Todas, todas y cada una de aquellas cosas que le decía contribuían a su propósito. Le apartó el pelo para poder descender hasta su cuello y que notara el vaho salir de sus labios a la vez que hablaba. “Morderé tu cuello cuantas veces me plazca porque no serás capaz de resistirte”. Esto hizo que las mejillas de Veronika se tornaran en un color rosado y que su ceño se frunciera en señal de desagrado pues era ella la que siempre llevaba el control, era ella la que marcaba las pautas del juego. “Mis palabras serán música para tus oídos” rió. “Yo, al igual que tú, soy una persona demasiado dominante. Nunca me dejaría llevar por ti. Aunque lo intentases, no lo conseguirías. Y eso es algo que nos gustará a ambos”. Veronika rió de la forma más sucia que quizá hubiera hecho en su vida. Quizá ese era el motivo por el que todas sus relaciones habían fracasado. Una vez todos se rindieran ante ella, perdía la emoción y no tardaría en deshacerse de quien fuera necesario.
            “Llegarás a un momento en el cual no puedas más y, en un intento desesperado, tratarás de quitarme lo que lleve por encima, fracasando en dicho intento ya que no será suficiente para mí. Te haré desesperar hasta sudar frío  y ver tu pequeño cuerpo estremecerse entre mis brazos. En ese mismo momento será cuando quizá me quita la parte de arriba. Te sentaré encima de mí, sujetando tus finísimas muñecas. Agacharás la cabeza para que no vea lo sonrojada que estás y lo llena de lujuria que te encuentras, pues tu orgullo no te lo permitirá” sonrió nuevamente. “Morderé el lóbulo de tu oreja y gemirás encima de mí. Me dejaré caer hacia atrás juntando finalmente nuestros labios. Ese será el momento en el que finalmente te rindas y me dejes hacer contigo lo que quiera. “
            Ya en el baño, Veronika sentía cómo su piel se erizaba y la fiebre aparecía. Su cuerpo estaba frío a pesar de la temperatura que había alcanzado el agua. Solo eso necesitaba. La mirada de aquel gato negro de ojos verdes recorriendo de manera lujuriosa todo su cuerpo, haciéndola sentir deseada. Le echaba en falta.

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