jueves, 5 de julio de 2012

Capítulo décimo tercero: una mujer fría.


            Ahora que las temperaturas iban subiendo, Veronika se resistía a salir de la cama. Era como un animal que necesitaba hibernar cada vez que llegaba el clima cálido. Se le hacía pesado todo: caminar, abrir los ojos, comer, o incluso levantar el cuerpo para poder tomar aire mejor.
            Veronika no soñaba con días de verano. No era capaz de imaginarse en la playa sentada junto a su pareja. Tampoco dando largos paseos por la orilla cogidos de la mano. La idea de romanticismo de Veronika no se asemejaba mucho al de la gente corriente. Ella debía sentir que el tiempo corría en contra suya y que le mandaba a la mierda con un pequeño corte de manga.
            Cerró los ojos e imaginó. Estaba tirada sobre la nieve blanca. Un par de luces alumbraban a los lados de aquel ancho camino. Parecía una pista de esquí ya cerrada para los que quisieran practicar cualquier deporte o incluso para caminar. Solo estaba ella, mirando el cielo estrellado. Llevaba unas mallas negras  junto a un abrigo algo más grande. No era suyo, lo sabía de sobra. De repente alguien se acercaba y le tendía una taza de chocolate caliente. Alzaba la cabeza y sonreía esperando que los labios de esta persona se juntasen con los suyos.


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