Ahora
que las temperaturas iban subiendo, Veronika se resistía a salir de la cama.
Era como un animal que necesitaba hibernar cada vez que llegaba el clima
cálido. Se le hacía pesado todo: caminar, abrir los ojos, comer, o incluso
levantar el cuerpo para poder tomar aire mejor.
Veronika
no soñaba con días de verano. No era capaz de imaginarse en la playa sentada
junto a su pareja. Tampoco dando largos paseos por la orilla cogidos de la mano.
La idea de romanticismo de Veronika no se asemejaba mucho al de la gente
corriente. Ella debía sentir que el tiempo corría en contra suya y que le
mandaba a la mierda con un pequeño corte de manga.
Cerró
los ojos e imaginó. Estaba tirada sobre la nieve blanca. Un par de luces
alumbraban a los lados de aquel ancho camino. Parecía una pista de esquí ya
cerrada para los que quisieran practicar cualquier deporte o incluso para
caminar. Solo estaba ella, mirando el cielo estrellado. Llevaba unas mallas
negras junto a un abrigo algo más
grande. No era suyo, lo sabía de sobra. De repente alguien se acercaba y le
tendía una taza de chocolate caliente. Alzaba la cabeza y sonreía esperando que
los labios de esta persona se juntasen con los suyos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario