jueves, 18 de octubre de 2012

Capítulo Vigésimo séptimo: “Cassis”

No podía más. No podía hacer como si sus oídos no hubieran escuchado las primeras notas de esa melodía, porque una vez empezara, no podría pararla. Se quedaba estática, paralizada. No importa si está feliz, si está triste… si está enfadada o contenta. Cuando esa canción sonaba, simplemente no estaba allí. Pertenecía a un universo paralelo en el cual pasaban las horas, minutos y segundos al igual que pasaban en este.
Era recordar al mismo momento que vivía todo en primera persona. Era necesidad, rabia, impotencia. Veronika consideraba el amor la droga más destructiva del mundo. Con tan solo probarla una vez, te hacía querer más y más. Te destroza por dentro sin tú saberlo hasta que definitivamente te conviertas en polvo. Es una droga especial que no todos pueden probar por el simple hecho de quererlo. Era una violación, tú no la eliges, simplemente la ponen en tu bebida sin que te des cuenta y ya estás jodido.
“Ah, siempre lo mismo. Tan triste. Ah, incluso te herí. Y yo tan solo huí con mi egoísmo”.
A veces, te das cuenta de que esa droga es tan destructiva que intentas dejarla. Intentas alejarte lo más posible de él, pero caes en la monotonía, la anhelas, quieres volver a probarla una y otra vez.
“Ah, los sentimientos en ti. ¿Por qué son tan dolorosos? Ciertamente se repite lo mismo. Y te perdí por mi miedo”. 
El amor… te hace sentir que casi tocas el cielo. E intentas subir más y más. Pero poco a poco te das cuenta que cuanto más subas la caída será más fuerte, y siempre está el riesgo de que decidan soltar tu mano o, incluso, decidir lanzarte al vacío.
“Ya que me era tan cercano. Debí borrar el día que no puedo olvidar. Nunca escuchas. ¿Tomarás mi mano cierto?”.
Y en realidad, por más que la respuesta fuera afirmativa, algo en Veronika le decía que no era verdad. La confianza se perdió, y ella siempre fue demasiado cobarde como para afrontar una negativa. Fue ella la que se soltó. Por miedo, miedo a que todo desapareciera y ella no pudiera tener las fuerzas suficientes ni tan si quiera para tambalearse.
“Mañana seguramente tus sentimientos estarán lejos. Es cierto, nunca cambiará... Te amo. Mañana seguramente no podre verte. Es cierto, nunca cambiará... Te amo. Caminaremos juntos el futuro no predestinado. Seguiremos caminando juntos hacia el futuro en el cual tú estás”.
No podría olvidarse nunca de él… o quizás sí. Pero no de ese sentimiento, no de todas y cada una de las sensaciones que recorrieron su cuerpo al tenerle cerca. Porque era él y ya está. Sin nombres ni apellidos, solo él y ese sentimiento llamado amor del cual no podría olvidarse de ninguna manera. Y Veronika le seguirá amando, siempre, por ser el primero, por ser quien le mostró esa droga que no muchos podían tomar.
“Incluso con olvidar suficientes cosas dolorosas. Te estoy recordando. Al contar cada noche sin encuentro. Mi pecho anhela”. 
No, todo el que lo ha probado conoce ese  sabor, esa sensación. No es algo bueno, es algo que necesitas. Y ahora mismo lo único que necesitaba era un pecho en el que apoyarse mientras otras manos que no fueran las suyas recorrieran todos y cada uno de los lunares de su espalda, dibujando formas sin sentido, caminos que recorrer…
“Juntando múltiples soledades. Por favor, no llores más en soledad. ¿Cuánto estaremos separados? Encontraremos la verdad juntos. Por favor, quiero que olvides. No deseo seguir hiriéndote. El tiempo fue desvaneciendo cada recuerdo. No puedo recordarlos todos”. 
Solo las memorias que mayor impacto le causaron pueden volver a la mente de Veronika, pero aún así, es conocedora de que los sentimientos que se arremolinan en su estómago no son ni una mísera parte de lo que una vez sintió. Pero solo por eso es capaz de recordarlos.
Por favor... Mírame... ...solo a mí. Por favor... solo así te podré alcanzar. Caminaremos juntos el futuro no está predestinado. Seguimos caminando juntos hacia el futuro en el cual tú estás... hacia el futuro en el cual tú estás...”
Una fría brisa acarició la nuca de Veronika mientras los últimos acordes de guitarra resonaban en su cabeza. Sin quererlo, una lágrima cayó de sus ojos al sentir el contacto de su piel acariciándole el hombro.
-          Llevas escuchando la misma canción durante un buen rato… - no consiguió más respuesta que una leve afirmación con la cabeza – Ya veo… en fin, ya la has escuchado demasiado, es hora de quitar-
-          No – el gato negro quedó patidifuso al escuchar tremenda negativa - … tenías razón, no funcionó… - sonrió.
-          ¿Por qué?
-          Supongo que siempre acaba llegando un momento en el que los comparo con aquello.
-          Aquello no fue bueno para ti. Y por lo visto sigue sin serlo.
-          No – de nuevo una de esas negativas que no solían salir de su boca sin antes titubear – El problema está en que fue algo demasiado bueno.
-          Era vuestra canción ¿cierto?
-          No. Era mi canción. Desde antes de estar con él, mientras estuve con él, en el momento en el que lo dejamos e incluso ahora, seguirá siendo mi canción. Él solo me enseño a comprender todas y cada una de las notas que se reproducían.
-          Suena una de tus frases con las que quieres decir más de lo que se dice en sí.
-          Al igual que en la melodía, si no lo has vivido, no puedes comprenderlo.
            El silencio se apoderó de la sala al acabar nuevamente la canción. Pero esta vez, decidió pausarla definitivamente, no la escucharía más durante esa noche o, al menos, mientras su gato negro siguiera ahí.
-          Espero que hayas traído incienso de canela.
-          Y una botella de ron – sonrió.
b

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