No podía más. No podía hacer como si sus oídos no
hubieran escuchado las primeras notas de esa melodía, porque una vez empezara,
no podría pararla. Se quedaba estática, paralizada. No importa si está feliz,
si está triste… si está enfadada o contenta. Cuando esa canción sonaba,
simplemente no estaba allí. Pertenecía a un universo paralelo en el cual
pasaban las horas, minutos y segundos al igual que pasaban en este.
Era recordar al mismo momento que vivía todo en
primera persona. Era necesidad, rabia, impotencia. Veronika consideraba el amor
la droga más destructiva del mundo. Con tan solo probarla una vez, te hacía
querer más y más. Te destroza por dentro sin tú saberlo hasta que
definitivamente te conviertas en polvo. Es una droga especial que no todos
pueden probar por el simple hecho de quererlo. Era una violación, tú no la
eliges, simplemente la ponen en tu bebida sin que te des cuenta y ya estás
jodido.
“Ah, siempre lo
mismo. Tan triste. Ah, incluso te herí. Y yo tan solo huí con mi egoísmo”.
A veces, te das
cuenta de que esa droga es tan destructiva que intentas dejarla. Intentas
alejarte lo más posible de él, pero caes en la monotonía, la anhelas, quieres
volver a probarla una y otra vez.
“Ah, los
sentimientos en ti. ¿Por qué son
tan dolorosos? Ciertamente se repite lo mismo. Y te perdí por mi miedo”.
El amor… te
hace sentir que casi tocas el cielo. E intentas subir más y más. Pero poco a
poco te das cuenta que cuanto más subas la caída será más fuerte, y siempre
está el riesgo de que decidan soltar tu mano o, incluso, decidir lanzarte al
vacío.
“Ya que me era
tan cercano. Debí borrar el día
que no puedo olvidar. Nunca
escuchas. ¿Tomarás mi mano cierto?”.
Y en
realidad, por más que la respuesta fuera afirmativa, algo en Veronika le decía
que no era verdad. La confianza se perdió, y ella siempre fue demasiado cobarde
como para afrontar una negativa. Fue ella la que se soltó. Por miedo, miedo a
que todo desapareciera y ella no pudiera tener las fuerzas suficientes ni tan
si quiera para tambalearse.
“Mañana
seguramente tus sentimientos estarán lejos. Es
cierto, nunca cambiará... Te amo. Mañana seguramente no podre verte. Es cierto, nunca cambiará... Te amo. Caminaremos juntos el futuro no predestinado. Seguiremos caminando juntos hacia el futuro en el cual tú estás”.
No podría
olvidarse nunca de él… o quizás sí. Pero no de ese sentimiento, no de todas y
cada una de las sensaciones que recorrieron su cuerpo al tenerle cerca. Porque
era él y ya está. Sin nombres ni apellidos, solo él y ese sentimiento llamado
amor del cual no podría olvidarse de ninguna manera. Y Veronika le seguirá
amando, siempre, por ser el primero, por ser quien le mostró esa droga que no
muchos podían tomar.
“Incluso con
olvidar suficientes cosas
dolorosas. Te estoy recordando. Al contar cada noche sin encuentro. Mi pecho anhela”.
No, todo el
que lo ha probado conoce ese sabor, esa
sensación. No es algo bueno, es algo que necesitas. Y ahora mismo lo único que
necesitaba era un pecho en el que apoyarse mientras otras manos que no fueran
las suyas recorrieran todos y cada uno de los lunares de su espalda, dibujando
formas sin sentido, caminos que recorrer…
“Juntando
múltiples soledades. Por favor,
no llores más en soledad. ¿Cuánto
estaremos separados? Encontraremos la verdad juntos. Por favor, quiero que olvides. No deseo seguir hiriéndote. El tiempo fue desvaneciendo cada recuerdo. No puedo recordarlos todos”.
Solo las
memorias que mayor impacto le causaron pueden volver a la mente de Veronika,
pero aún así, es conocedora de que los sentimientos que se arremolinan en su
estómago no son ni una mísera parte de lo que una vez sintió. Pero solo por eso
es capaz de recordarlos.
“Por
favor... Mírame... ...solo a mí. Por favor... solo así te podré alcanzar. Caminaremos juntos el futuro no está predestinado. Seguimos caminando juntos hacia el futuro en el cual tú estás... hacia el futuro en el cual tú
estás...”
Una fría brisa
acarició la nuca de Veronika mientras los últimos acordes de guitarra resonaban
en su cabeza. Sin quererlo, una lágrima cayó de sus ojos al sentir el contacto
de su piel acariciándole el hombro.
-
Llevas
escuchando la misma canción durante un buen rato… - no consiguió más respuesta
que una leve afirmación con la cabeza – Ya veo… en fin, ya la has escuchado
demasiado, es hora de quitar-
-
No
– el gato negro quedó patidifuso al escuchar tremenda negativa - … tenías
razón, no funcionó… - sonrió.
-
¿Por
qué?
-
Supongo
que siempre acaba llegando un momento en el que los comparo con aquello.
-
Aquello
no fue bueno para ti. Y por lo visto sigue sin serlo.
-
No
– de nuevo una de esas negativas que no solían salir de su boca sin antes
titubear – El problema está en que fue algo demasiado bueno.
-
Era
vuestra canción ¿cierto?
-
No.
Era mi canción. Desde antes de estar con él, mientras estuve con él, en el
momento en el que lo dejamos e incluso ahora, seguirá siendo mi canción. Él
solo me enseño a comprender todas y cada una de las notas que se reproducían.
-
Suena
una de tus frases con las que quieres decir más de lo que se dice en sí.
-
Al
igual que en la melodía, si no lo has vivido, no puedes comprenderlo.
El
silencio se apoderó de la sala al acabar nuevamente la canción. Pero esta vez,
decidió pausarla definitivamente, no la escucharía más durante esa noche o, al
menos, mientras su gato negro siguiera ahí.
-
Espero
que hayas traído incienso de canela.
-
Y
una botella de ron – sonrió.
b
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