jueves, 6 de diciembre de 2012

Capítulo trigésimo cuarto: de persona que escribe a persona que escribe.


            Y lo denomino como tal porque no somos escritores.  Quizá lo considere, en esta época, un término demasiado sobrevalorado. Porque, ¿acaso las personas como nosotros, que encontramos en la escritura una pasión, no deberíamos ser denominadas como tal? No, el simple hecho de ser escritor, implica ser profesional, ganar dinero con ello.
            Pero a día de hoy, nada se hace con pasión. La sociedad “Game-Over. Insert-coin” la nombraste, y creo que esto debería encontrarse muy presente en la vida de muchos. Quizá no sea lo que tenía pensado escribir en un primer momento, pero en este momento, no soy yo la que escribe, sino que son mis manos las que se dejan llevar.
            Y quizá sea eso lo que necesita la sociedad de hoy, dejarse llevar, desarrollar sus pasiones sin pensar en cuánto van a cobrar por ello, porque en el momento en el que ese pensamiento aparece en la mente, has perdido. Caes en la monotonía, no puedes plantearte un día distinto, un momento distinto, te cansas y pierdes la pasión, convirtiéndote sin remedio en un zombie más, un muerto viviente, una sombra andante.
            Querido amigo, solo pido que no seamos así. No se lo pido a dios, ni se lo pido al demonio, no se lo pido al Estado, ni mucho menos a mi madre, quien siempre me ha consentido todo lo que realmente he querido, e incido en ese realmente. Puesto que si algo he aprendido, es que con coraje, con sentimiento, con empeño… y sobre todo con paciencia, es como conseguimos que las cosas valgan la pena de verdad.
            Y no digo quizá, pues este es el camino seguro para evitar pertenecer a esa sociedad en la que si pierdes, solo tienes que insertar una moneda. Porque una persona con pasión cae, llora, se enfada, muestra su vida e incluso permanece estancado durante una temporada, pero se levanta, y no puede evitarlo. Se levanta por sus propios méritos, continúa la partida, descansa y reúne las fuerzas necesarias para llegar al último nivel. Y es así como debería ser o, al menos, desde mi punto de vista.
            Y estas cosas son las que me hacen pensar, a media hora de que se acabe la clase de hoy, quizá a algo menos para que te diga que esto va para ti. Somos muy distintos, tenemos una vivencia muy distinta, nos hemos desarrollado en diferentes territorios con diferentes atmósferas, tenemos una ideología que seguramente nos haga chocar en más de un aspecto pero, sinceramente, tengo ganas de que llegue ese momento, pues ¿no te resulta aburrido hablar con personas que opinan siempre lo mismo que tú?
            Opino que están bien para un tiempo, pero ¿quién consigue que desarrollemos realmente nuestras pasiones? Solo cuando nos sentimos heridos, dañados, atacados, nos atrevemos a defender con garras y dientes aquello que más deseamos. Nos movemos por instinto, pues queramos o no, somos animales, pero es el corazón el que diferencia a los lobos de las hienas.

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