Nuevamente, Veronika se reunió
con sus progenitores. No fue una visita normal ya que apenas pasaron tiempo
juntos. Ellos solo se quedarían a dormir un par de días y ella quería hacer de
todo menos dormir con ellos. Su instinto le alteraba, no iba a pasar nada
bueno.
El
primer día del fin de semana, Veronika llegó relativamente tarde a su casa. Se
notaba cansada y no es que le apeteciera mucho pasar un “agradable” tiempo en
familia. Aquello le costó un buen cabreo por parte de su madre.
El
día siguiente pasó como si nada. Sus padres habían desaparecido, ya volverían.
Lo mismo iba por ella, quien decidió quedarse en casa de un amigo a pasar la
noche. El ambiente aquella noche realmente era bueno. Quizá serían diez o
quince personas las que se quedaron. Decidió darle a su amigo un poco de su
medicina hasta cierto punto, incumpliendo alguna de aquellas normas que
anteriormente habían sido incumplidas en su casa, principalmente, la de prender
fuego a cosas dentro de la casa.
Las
nubes cabalgaban lentas y cargadas hacia su punto de destino. No había marcha
atrás.
Tras
la comida, se quedó sola con su madre. Dicha persona se caracterizaba por ser
capaz de hacer que el orgullo de Veronika se viera minúsculo en comparación con
el suyo, lo cual conseguía intimidarla. Comenzó de una forma en la que el tono
y la apariencia física jugaban un gran papel en su contra. Mientras Veronika
recogía, su madre se acercó, se apoyó en el marco de la puerta con los brazos y
las piernas cruzadas. La frente arrugada al alzar las cejas y sus ojos… la
expresión de sus ojos no es que fuera la mejor de todas.
Le
habló de sus estudios. ¿Qué piensas hacer con tu vida? No estudias, suspendes,
fracasarás. La vida no puede vivirse de sueños. Al final acabarás formando
parte del montón de los parados que solo sirven para ello.
Veronika
estaba a la defensiva, a penas articuló palabra, pero sus gestos e intentos de
no alterarse demostraban una gran inestabilidad. Su madre seguía hablándole,
diciendo cosas que sabía que herían a Veronika, hasta que al final, acabó
pinchando donde más le dolió haciendo que ella saltara. “Al menos voy mejor que
allí donde querías que me quedara”. “Es que no tienes que ir mejor. Debes ser
la mejor. Y no lo eres”.
Veronika
trató de prepararse a duras penas un té para tratar de calmarse. Hasta la
propia acción de verter agua caliente e introducir la bolsita en la taza fue
criticada.
Marchó
al salón echándose la saya encima al sentarse. Bebió poco a poco, sintiendo
como el agua caliente descendía por su esófago. Lo que venía más tarde no iba a
ser mejor.
Su
madre le pidió resultados, ella le pidió confianza. ¿Cómo podían confiar la una
en la otra si ninguna de ella quería dar el primer paso? En el caso de
Veronika, sabía que esto era culpa de su poca autoestima, conocía a ciencia
cierta que su madre no le daría ninguna oportunidad.
“No
sé qué te pasa en estas fechas que te pones depresiva y no entiendes a
razones”. En el momento que lo pensaba, se dio cuenta que tenía razón. Hacía
unos años, lloraba por no poder continuar con la relación que tenía. La primera
y única persona que había amado. Solo tenía dos opciones: o dejarle ir, o salir
huyendo veloz como el aleteo de un colibrí. También coincidía con las fechas
del siguiente año en las que empezó a tantear los límites de sus trastornos
alimenticios. Al siguiente, discutió con su madre nuevamente… ¿adivinan por
qué? Rió inconscientemente. Las lágrimas comenzaban a brotar, ya no tenía el
control sobre sí misma.
Quizá
sí tenía que dar el primer paso. Quizá y solo quizás… si no lo probaba, nunca
lo sabría. Le comentó a su madre el problema con Lucas. Qué pasó, qué ocurría
en el presente, cómo se sentía. Su madre no le creyó. No, definitivamente no
podían confiar la una en la otra.
No hay comentarios:
Publicar un comentario