jueves, 14 de junio de 2012

Capítulo décimo: Aplicando la ciencia de Marie France Hirigoyen.


            Llegados a este punto, cualquiera, a primera vista, diría que Veronika es la perversa y una de sus ex parejas es la víctima. Realmente, ella siempre fue la perversa y aquello le gustaba. Su enorme orgullo no le permitía que nada le afectase y, en numerosas ocasiones, esto era lo que a los demás les hacía sentirse inferior a ella.
            Pero analizando un poco más a fondo la situación, ¿podría decirse que era ella quien, con su perversidad, hacía un tanto irritable la vida de otros? La respuesta es sí, pero ¿lo hacía conscientemente? No, la perversidad de Veronika se había convertido en un rasgo característico suyo. Ella era una persona “pacífica”, dejaba las cosas correr, pero no se quedaba callada.
            Hacía un tiempo, estuvo saliendo con un chico, llamémosle Lucas. Esta persona eran del tipo que tenían poco orgullo y poca autoestima, por lo tanto, debían tener un tremendo complejo de inferioridad ante ella y, si ella lo notaba, su subconsciente no desperdiciaría oportunidad para arremeter contra ello.
            Siempre que Veronika hacía algo mal, nunca se lo reprochaba. Si algo podía resultarle molesto de ella, hacía todo lo posible para culparse a sí mismo de ello. Veronika sabía que el problema no era de él, pero aún así decidió callarse y dejarlo estar.
            Ella nunca soportó a las personas que no le hiciesen sentir nada, que le aprobaran todos sus caprichos. Sabía que era una “salvaje” y alguien debía domarla. En cuanto notaba que esto era así, cortaba por lo sano. Pero esta vez quiso esperar, sin saber el grado de las consecuencias.
            Cuando finalmente acabó con la relación, sabía que había destrozado a aquel chico, pero no podía dejar que se viera débil. Ese día tarde o temprano llegaría, y se lo había avisado. Después de aquel momento, perdieron el contacto durante meses.
            Un aire fresco entraba por su ventana. No podía pensar. O sencillamente, no quería. Debía tratar de concentrarse en sus estudios pues pronto llegaría la etapa de exámenes. Sin embargo una llamada le sacó de la monotonía, se trataba de Lucas, quien dijo que se encontraba en su portal y necesitaba hablar con ella.
            Tras mucho insistir, Veronika aceptó, aprovechando que tenía que sacar a pasear a aquella que en esos momentos ocupaba sus pensamientos: su cachorro. A penas prestó mucha atención ya que la conversación le resultó cuanto más monótona. Lucas le estaba dando a entender que si no hablaba con ella era porque se estaba sintiendo mal, que no la había olvidado y eso le dolía, pero había reunido fuerzas y ya era capaz de entablar una conversación normal. A decir verdad, ni si quiera notó la ausencia de Lucas, pero eso era algo que tampoco tenía por qué contar.
            Después de aquella tarde, no volvieron a verse. Pasó la época de Navidad y exámenes y por fin, tras varios meses de aíslo, vio la luz, sintió el viento fresco en su cara. Decidió reencontrarse con su vida social.
            Caminaba con una amiga charlando de sus trivialidades cuando a lo lejos su compañera pudo distinguir la figura de Lucas. Le saludó y pudo vislumbrar algunas expresiones de desagrado hacia su persona. Al día siguiente, con tan solo preguntar a la persona correcta, consiguió la información que le ayudaba a contrastar su sensación. Lucas trataba temas personales y problemas serios de Veronika con motivo de mofa, burla. Le dijeron que si lo hacía, seguramente era por despecho porque era obvio que no le había olvidado.
            Aquello cabreó a Veronika. Le daba igual que se metiera con ella. Que hiciese el típico comentario que realizan los adolescentes. Pero su orgullo fue dañado, no por el hecho en sí, sino porque ella se había relacionado con una persona tan inmadura como para no saber hasta qué punto debe abrir la boca.
            No le importaba que otras personas pudiera conocer sus problemas, ella misma no tenía reparo en contárselos a quien le preguntase. Pero era su información. Su vida. Suya y de nadie más. Y por ello nadie tenía el derecho de tratar semejantes temas con tan poca delicadeza.
            Las siguientes ocasiones en las que se vieron, Veronika ni si quiera giró la cabeza para mirarle. Simplemente hizo como que no existía, ni si quiera le molestaba su presencia. Lo dejó pasar todo una vez más.
            Recientemente, a Veronika le han sido robadas todas y cada una de sus redes sociales y para colmo, no disponía de internet para tratar de arreglarlo. Consiguió recuperar aquella que más le preocupaba, aquella que se encontraba ligada a su cuenta bancaria. Respecto a las demás, no pudo negar que le molestó en un primer momento, pero más tarde lo agradeció.
            Esta misma semana, después de prácticamente un mes, un aviso de correos llegó al buzón de Veronika. En cuanto lo recogió, supo quién fue la persona que le robó las redes sociales. Lucas. Había empleado dinero de la cuenta bancaria de Veronika para comprar productos que, nada más verlo, le recordasen a él.
            Una rabia colosal invadió su cuerpo. Si le hubiera visto ese mismo día, seguramente su parte racional se hubiera nublado y no habría sido capaz de responder ante sus actos. Pero más tarde fue otra la sensación que le abordó, una que no había sentido hacía mucho tiempo: miedo.
            Había suplantado su identidad pero, lo peor de todo, era la sensación de acoso. ¿Cuántas veces podría haber estado espiándole sin que ella lo supiera? Y lo más importante ¿qué persona, en su sano juicio, es capaz de robarle dinero a su ex pareja y emplearlo en inútiles cosas que le debían recordar a él? ¿Hasta qué punto podría llegar una persona por despecho?
            Tenía dos grandes razones por las que denunciarle. Pero sabía que de cualquier otra forma podía hacerle daño. Tanto su perversidad como su orgullo le habían aconsejado lo mismo: si el miedo aumenta debido a un nuevo ataque, no dudaría en responder con mano dura.


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