viernes, 27 de julio de 2012

Capítulo décimo quinto: recaída número… ¿qué diablos importa ya?


            El corazón de Veronika pareció volver a dejar de funcionar correctamente. Los médicos le habían dicho que seguramente se tratase de una enfermedad llamada taquicardia paroxística. No le explicaron nada más. Y ella tampoco creyó necesario buscar nada.
            Si alguna vez se enterase, usted, querido lector, de que tiene una enfermedad grave, ¿se lo contaría a sus cercanos? ¿A su familia? Para Veronika la respuesta era más que sencilla: no. Nunca les contaría nada a nadie si ella misma supiera que iba a morir. Si ella supiera que todo acabaría, le gustaría que nadie le mirase con cara de pena, que nadie se riera de ella, que nadie le dejara prioridad por saber que se está muriendo. Le gustaría continuar con su rutina. Que se quedasen con ellos los que siempre han estado con ella y, de esa manera, que los curiosos se mantuvieran alejados. 

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