jueves, 12 de julio de 2012

Capítulo décimo cuarto: Amai Yume.


Deslizaba sus pies descalzos sobre el frío suelo de mármol. Sentir el frío era una sensación que le parecía de lo más excitante. El ambiente estaba cargado pero a pesar de todo, no dudó en encender otra barra de incienso dejando que la llama diera algo de calidez a esa oscura habitación y que el humo pudiera ahogar definitivamente sus pulmones.
Los ojos de Veronika parecían más profundos que de costumbre. Algo parecía haberse desatado en su interior. De repente sintió los siete pecados capitales desbordándose dentro de sí. Sonrió.
La noche cayó y ella se encontraba mirando al interior, apoyada en el marco de la ventana, sabiendo que aquella noche aparecería. Trató de mantenerse despierta para su llegada, pero en el segundo en el que pareció cerrar y abrir los ojos, él ya estaba allí.
-          Te quedaste dormida.
-          No me extraña.
            Se encontraba alejado de ella, como siempre, prefería guardar las distancias. Pero eso era algo que ella no estaba dispuesta a aceptar esa noche.
-          Dime una cosa… ¿por qué no te acercas más? – Sonrió desde el otro extremo de la situación.
-          Porque normalmente eres tú la que controla mis instintos. Pero esta noche eres tú la que está a punto de explotar y no sé si el acercarme a ti hará que explotes más rápido.
            Veronika sonrió con él. Sus piernas comenzaron a deslizarse por las sábanas hasta volver a rozar el suelo con las puntas de sus dedos. Caminó sendos pasos en su dirección, pero a mitad de camino desvió su trayecto. Tomó una de las varillas de incienso de rosa que le quedaba y la prendió.
-          Es un olor distinto.
-          Es rosa. No quedaba sándalo… ni canela. Echo de menos el olor del incienso de canela.
-          En ese caso… - Veronika sintió cómo se acercaba a ella, desvió la mirada para verle más detalladamente, pero la del gato negro seguía fija en el incienso – en ese caso traeré la próxima vez que venga. Pero eso será la próxima vez. ¿Te apetece beber algo?
-          Tú y tu manía de llevar siempre una botella de alcohol encima, ¿qué es esta vez?
-          Ron, la bebida de los piratas – rió.
-          Es una comparación fácil. Me esperaba más de ti.
-          No te equivoques. Sé que hoy tengo todas las de perder, así que prefiero guardar todas mis energías hasta la batalla final. Al menos podré decir que luché con todo lo que pude mientras que de alguna forma u otra conseguí desgastar tus razones con argumentos estúpidos.
            Veronika tomó la botella y comenzó con un gran trago. Aquello le ardió por dentro, pero de alguna manera no se sentía mal, al contrario que tantas otras veces en las que las arcadas podían con ella con el simple roce del alcohol en sus labios.
            Ambos quedaron tirados en la cama, riéndose de cosas absurdas. Fue él quien dio el primer paso. Se incorporó y con una de sus manos comenzó a acariciar el torso de Veronika recorriéndolo desde las costillas hasta la cintura presionando con fuerza en esta. Cerró los ojos y unió sus labios con los de ella. Ella quería sudar y él estaba dispuesto a cumplir ese deseo durante toda la noche.
            Aún no había amanecido cuando sintió su cama vacía. Alzó la mirada y pudo ver al gato negro con una toalla blanca rodeando su cintura y su cabello aún mojado. Se estaba viendo al espejo, contemplando las marcas que habían dejado en su espalda.
            Ella se incorporó tapándose con las sábanas de manera que él pudiera verla desde este.
-          No te quejes ahora. Ayer bien que parecía gustarte. – Él se volteó y sonrió.
-          No he dicho que no me gustase. Me hace gracia.
            Se acercó a la cama juntando su cabeza con la de Veronika.
-          ¿Quieres un cigarrillo?
-          Claro, ¿cuándo he rechazado yo alguno de tus cigarros?

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