Y con un deseo todo empezó a ir
cuesta abajo entre Veronika y su padre. Y parecía mentira que hasta unas horas
antes el intercambio de palabras entre ellos fuera prácticamente nulo. Ahora le
escuchaba hablar desde su cama mientras él permanecía en la terraza junto a la
madre de Veronika y sus tíos tomando unos mojitos. Definitivamente, este “mes
trois jours” acabaría con buen final.
Veronika denominaba con este término
a ese periodo de descanso en el que se aleja de todo o casi todo. En el que no
tiene agobios, en el que no tiene la obligación de hablar ni preocuparse por
nadie. Son sus tres días, su fin de semana, aunque no tenía por qué ser
necesariamente tres días.
En fin, no quería pensar en ello en
ese mismo momento. Ahora mismo era algo que seguía muy presente y el más mínimo
roce podía provocar quemaduras de sexto grado. Ya se acordaría en otro momento.
Veronika siempre admitió ser demasiado rencorosa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario