Bueno,
quizá sí lo deje para más tarde. Era lo único que pensaba sobre el cuaderno de
orgánica que tendría que entregar al final de la semana. El cuaderno, el
informe, el examen… Mi cabeza no daba abasto hoy. Solo podía pensar en una
cosa: meter a alguien en mi cama en ese mismo instante.
Por
suerte o por desgracia, mi cabeza siempre ha sufrido trastornos extraños que me
dicen que haga algo y a la vez no, pero sí. Algo raro. Algo… bueno, en
definitiva, Yo. Pero no siempre fue así… ¿o sí? En fin, qué comienzo más
extraño. Lo único que tenía claro era que la pila de papeles de encima de mi
escritorio se iban a quedar allí al menos por un día más.
-
Chica,
yo me voy a la cama. Despiértame para ir mañana a primera.
-
Vale.
Que descanses Marc.
Marc,
mi hermano mayor. Parecía mentira que tuviera que despertarle todos los días
para ir a la facultad. Seguramente no le apeteciera ir a primera, y se quedara
en la cama. Yo no podía, no, no debía volver a faltar a primera.
No
es que me guste. No es que sea algo de lo cual quiero vivir. Pero es lo que
toca. Mis padres me han dado su voto de confianza, a pesar de haber suspendido
cuatro de cinco el primer cuatrimestre. ¡Vivan los comienzos estrepitosos!
¿Hola?
¿Vida? ¿Me puedes dar una señal y decirme qué hacer ahora?
Solo
pensaba en la proposición de Lucas. En el día de antes. Y en las ganas que
tenía de… Enferma, eso es lo que me pasa.
Sabía que debía darle mi tiempo. Jugar al juego de la seducción y esas
cosas que siempre se me han dado tan mal. Que debía aguantar la mirada a pesar
de que nunca lo conseguí.
Zas,
zas, zas… Veía cómo mi pelo caía. Arreglaba las zonas en mal estado y las que
me apetecía cambiar. Me sonreí. No era la misma. Sí, cuando me aburro, o tengo
algo en lo que pensar, recurro a lo más fácil: eludir el tema.
23 de Julio de 2003
-
¿Hola?
-
Hola. ¿Qué tal?
-
Bien ¿y tú?
-
Bien
-
Por cierto, soy
Lindsay.
-
Yo soy Amai,
encantada.
Costaba.
Tenerlo todo atado como lo tenía antes. Un año había pasado desde que comencé a
caer cuesta abajo. O al menos, desde que me enteré que no tenía frenos.
1 de Julio de 2007
La
veía a lo lejos, entre asustada y cansada de lo que veía. Quería acabar con
todo aquello, irse. Me separé de todo el grupo con el que me tocaría viajar.
-
Hola. ¿Vienes
con nosotros?
-
Sí, creo.
-
Genial. Yo soy
Amai.
Me limité a sonreír. Llevaba una rasta
azul. Me encantaba ese color. Hablamos
durante un tiempo. Se llamaba Sira. Sentí que la conocía de toda la vida. Nos
unió la música. El hablar de un grupo. El sentir la necesidad de salir de este
país. De pisar Inglaterra.
Algo nos unió.
Y
es por ella por quién escribo esto. Lo sabes Sira.
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