Ya era bastante entrada la noche y
Veronika no era capaz de dormir. Su espalda crujía a cada movimiento que hacía
sobre el colchón. Si no podría dormir. Al menos disfrutaría de la noche de
cualquier otra manera. Cogió una sudadera y unos pantalones cortos, tomó las
llaves de la casa y se marchó a dar un paseo.
La noche era fría a pesar de estar a
finales del mes séptimo. La humedad del ambiente era palpable. Y a pesar de que
el agua no le causaba gran entusiasmo, decidió caminar en dirección al mar. Se
descalzó al entrar en la playa. La arena estaba mojada lo que le permitió
alcanzar la orilla dando un largo paseo de pasos cortos y lentos. Una vez llegó
allí se sentó notando el agua bañando sus pies. El cielo estaba despejado y un
manto de estrellas lo cubrían a la vez que brillaban como si de una danza
alrededor de la luna se tratara.
-
Sé
que estás ahí – rió – Entonces es cierto que los felinos no son muy fanáticos
del agua, ¿me equivoco? – Giró la cabeza, y allí estaba esa gran figura negra
cuyos ojos verdes esmeralda reflejaban el brillo de la luna.
-
Tú
siempre con tus gracias sobre gatos. – Se sentó a su lado apoyando los brazos
tras suyo de manera que la espalda quedaba recargada hacia atrás - ¿Cómo es que
estás aquí sola tan entrada la noche? Podrían hacerte daño.
-
Es
solo que sé que caminarás detrás de mí dejando el suficiente espacio para
sentirme sola conmigo misma pero a la vez protegida.
-
¿Y
tu nuevo novio sabe que tienes a un psicópata detrás de ti?
-
Sí
que corren rápido las nuevas noticias – rió.
-
¿El
de los ojos bonitos? – bufó.
-
Para
nada – rió Veronika.
-
Parecía
que te gustaba mucho.
-
Y
me gusta, no te equivoques. Pero es como el cuento de Pocahontas. John Smith le
mostraba unos valores nuevos, algo a lo que ella no estaba acostumbrada. Pero
al final de la historia, él vuelve a su país y ella se queda formando una
familia con aquel con quien estaba destinada a estar desde un principio.
-
Muy
bonito todo… y ¿qué me quieres decir con eso?
-
Lo
que te quiero decir es que el recuerdo se quedará, y el chico sigue siendo un
encanto, pero en algún momento he de madurar y buscar a alguien que pueda
protegerme y quererme, y hacerlo yo de la misma forma. Alguien que admita mi
forma de ser, mi cabezonería, mi tozudez, y mis maneras de mostrar mis
sentimientos tan poco convencionales.
-
Y
¿qué te hace pensar que no se acabará cansando de ti? O ¿tú de él?
-
Si
ha de pasar, pasará. Pero de mientras ¿por qué no probar? Me gusta estar con
él.
-
Y
¿si te confundes y él no es con quien estás destinada a estar?
-
De
momento no quiero plantearme ese tipo de cosas. ¿Y tú por qué diablos estás tan
enfadado hoy?
-
No
estoy enfadado, es que tu sencillez me cabrea. ¿Cómo puedes estar tan estúpida
por un tío? Esa no es la Verónika que conozco.
-
En
eso te equivocas, tú más que nadie me conoces, y sabes que me encantaría volver
a sentir algo por alguien. ¿Se puede saber qué te pasa?
-
¡Precisamente
por eso! Tú no estás destinada a estar con otra persona que no sea yo, y hasta
que no te des cuenta fracasarás a cada intento que hagas.
-
¡Pero
estar contigo es como estar con una ilusión! ¡Apareces y desapareces cuando te
da la gana al igual que haces y deshaces las cosas a tu antojo sin contar con
nadie!
-
Pero
aún así sabes que todo lo hago por ti.
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