jueves, 23 de agosto de 2012

Capítulo décimo noveno: Ánimos.



            Ya era bastante entrada la noche y Veronika no era capaz de dormir. Su espalda crujía a cada movimiento que hacía sobre el colchón. Si no podría dormir. Al menos disfrutaría de la noche de cualquier otra manera. Cogió una sudadera y unos pantalones cortos, tomó las llaves de la casa y se marchó a dar un paseo.
            La noche era fría a pesar de estar a finales del mes séptimo. La humedad del ambiente era palpable. Y a pesar de que el agua no le causaba gran entusiasmo, decidió caminar en dirección al mar. Se descalzó al entrar en la playa. La arena estaba mojada lo que le permitió alcanzar la orilla dando un largo paseo de pasos cortos y lentos. Una vez llegó allí se sentó notando el agua bañando sus pies. El cielo estaba despejado y un manto de estrellas lo cubrían a la vez que brillaban como si de una danza alrededor de la luna se tratara.
-          Sé que estás ahí – rió – Entonces es cierto que los felinos no son muy fanáticos del agua, ¿me equivoco? – Giró la cabeza, y allí estaba esa gran figura negra cuyos ojos verdes esmeralda reflejaban el brillo de la luna.
-          Tú siempre con tus gracias sobre gatos. – Se sentó a su lado apoyando los brazos tras suyo de manera que la espalda quedaba recargada hacia atrás - ¿Cómo es que estás aquí sola tan entrada la noche? Podrían hacerte daño.
-          Es solo que sé que caminarás detrás de mí dejando el suficiente espacio para sentirme sola conmigo misma pero a la vez protegida.
-          ¿Y tu nuevo novio sabe que tienes a un psicópata detrás de ti?
-          Sí que corren rápido las nuevas noticias – rió.
-          ¿El de los ojos bonitos? – bufó.
-          Para nada – rió Veronika.
-          Parecía que te gustaba mucho.
-          Y me gusta, no te equivoques. Pero es como el cuento de Pocahontas. John Smith le mostraba unos valores nuevos, algo a lo que ella no estaba acostumbrada. Pero al final de la historia, él vuelve a su país y ella se queda formando una familia con aquel con quien estaba destinada a estar desde un principio.
-          Muy bonito todo… y ¿qué me quieres decir con eso?
-          Lo que te quiero decir es que el recuerdo se quedará, y el chico sigue siendo un encanto, pero en algún momento he de madurar y buscar a alguien que pueda protegerme y quererme, y hacerlo yo de la misma forma. Alguien que admita mi forma de ser, mi cabezonería, mi tozudez, y mis maneras de mostrar mis sentimientos tan poco convencionales.
-          Y ¿qué te hace pensar que no se acabará cansando de ti? O ¿tú de él?
-          Si ha de pasar, pasará. Pero de mientras ¿por qué no probar? Me gusta estar con él.
-          Y ¿si te confundes y él no es con quien estás destinada a estar?
-          De momento no quiero plantearme ese tipo de cosas. ¿Y tú por qué diablos estás tan enfadado hoy?
-          No estoy enfadado, es que tu sencillez me cabrea. ¿Cómo puedes estar tan estúpida por un tío? Esa no es la Verónika que conozco.
-          En eso te equivocas, tú más que nadie me conoces, y sabes que me encantaría volver a sentir algo por alguien. ¿Se puede saber qué te pasa?
-          ¡Precisamente por eso! Tú no estás destinada a estar con otra persona que no sea yo, y hasta que no te des cuenta fracasarás a cada intento que hagas.
-          ¡Pero estar contigo es como estar con una ilusión! ¡Apareces y desapareces cuando te da la gana al igual que haces y deshaces las cosas a tu antojo sin contar con nadie!
-          Pero aún así sabes que todo lo hago por ti.


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